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domingo, 28 de junio de 2009

La Evolución se ha Detenido.

Nuestra especie ha alcanzado su pináculo biológico y ya no evolucionará, afirman algunos científicos. Los cambios aleatorios, claves en la evolución según Darwin, no se producen. Las sustancias químicas, en forma de medicamentos para enfermedades que tienen más que ver con el marketing que con patologías reales, y la contaminación, también han alterado la genética humana. Mientras tanto, los seres humanos somos 10.000 veces más comunes de lo que deberíamos ser. ¿El motivo? El estilo de vida demasiado occidental que hemos practicado. Eso sí, los países en desarrollo, todavía evaden este modelo de agotamiento.

Para leer mejor este artículo, te recomendamos lo hagas escuchando "Hombre esquizoide del Siglo XXI" de King Crimson.



¿GAME OVER?


“Hasta aquí llegamos, muchachos”, podría haber sido el título de la ponencia de profesor Steve Jones, durante el debate de la Royal Society de Edimburgo: "¿Se ha detenido la evolución?".

Porque para aquellos que sueñan con una vida mejor, la ciencia parece tener una mala noticia: éste, es el mejor nivel de evolución que supimos conseguir. No more. Nuestra especie ha alcanzado su pináculo biológico y ya no es capaz de mejorar. "Las cosas simplemente han dejado de ir cada vez mejor, o peor aún, para nuestra especie.", afirmó el prestigioso director del Dpto. de Biología del University College of London.[1]

No está solo. Esta, también es la cruda y controvertida visión de un grupo de biólogos que creen que el estilo de vida occidental ha maniatado las fuerzas que la humanidad ha utilizado hasta hoy para dar forma al Homo Sapiens.

“Al observar a las personas de la Europa de hace sólo 50.000 años atrás, durante la Edad de Piedra, asumiríamos que la tendencia es que se hacen más grandes y más fuertes todo el tiempo", sostuvo el profesor Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres. “Pero de pronto, abruptamente, estas personas fueron reemplazadas por una luminosa, elevada y muy alta inteligencia de gente llegada de África. Simplemente no es posible predecir la evolución de eventos como este. ¿Quién sabe dónde nos dirigimos?"

El punto de vista es polémico, dado que otros científicos sostienen que la humanidad todavía está influenciada por las fuerzas de la evolución que ha creado la infinidad de especies que han habitado la Tierra durante los últimos tres mil millones de años.

Lo que se debatió en la Conferencia de la Royal Society de Edimburgo, es que los seres humanos seríamos cada vez menos brillantes y más neuróticos; con signos de una creciente disminución de la inteligencia y de la solidez física y neuronal; mientras que científicos como Jones, ven la evidencia que hemos llegado a un punto muerto. Todos basan sus argumentos en los mismos principios de la selección natural.

Para que la evolución funcione, según las tesis de Darwin, se necesitan tres componentes: selección natural, mutación y cambios aleatorios. Sin embargo, debido a los avances en tecnología y medicina, ya no son sólo los más fuertes los que sobreviven, los que pasarán sus genes a la siguiente generación.

Por ejemplo: hemos reducido inesperadamente nuestras tasas de mutación debido a los cambios en nuestros patrones reproductivos. Estos patrones reproductivos incluyen cambios sociales como los patrones de pareja y la anticoncepción. “Lo más probable es que lo único que pasarán los padres de 35 años o más a sus hijos, serán mutaciones genéticas”, dice S. Jones.

Además, las sustancias químicas y la contaminación también han alterado la genética humana. Sin embargo, estas pautas sólo afectan al mundo occidental: en el mundo en desarrollo, todavía se observan los tres componentes darwinianos de la evolución.

Para Jones, empero, lo más notorio es que ha habido una reducción en los cambios aleatorios de la raza humana. "Hoy en día los humanos somos 10.000 veces más comunes de lo que deberíamos ser, si nos basamos en las reglas del reino animal, y esto se debe a la agricultura y las formas de alimentación", dice el científico.

"En todo el mundo todas las poblaciones están cada vez más conectadas y las posibilidades de cambios aleatorios se están reduciendo".

Según el experto "nos estamos mezclando en una especie de masa global y el futuro ya no será blanco y negro, sino café".

"Creo que sí habrá cambios -afirma Jones- pero nuestros cambios no serán físicos, sino mentales". (http://www.guardian.co.uk/Archive/Article/0,4273,4348751,00.html)

¿A qué se refiere con ‘cambios mentales’? Enigmático, no dió pista alguna, aunque se puede inferir que, si la evolución natural alcanzó su cenit, lo que sigue es la decadencia. Claro que en este punto, la inteligencia humana puede jugar su partido. Al menos es lo que piensa el grupo ETC[2] cuando habla de nano-medicina. “Las nuevas tecnologías nano-escalares nos ofrecen intervenciones que pretenden que nuestros cuerpos serán más fuertes, más hábiles, más duraderos (…) profesan la noción de que aun el cuerpo más saludable puede ser mejorado mediante la tecnología, avizoran una nueva manera de pensar en la salud. (Así) el estado óptimo de salud cambiaría constantemente dependiendo de lo que la “industria del refinamiento” pusiera a disposición en el mercado. Ya sabemos del mareador ritmo que imponen los refinamientos del software de los ordenadores y que podemos quedar aislados del ciberespacio si no compramos el escalamiento más reciente. ¿Cuántos de nosotros estamos listos para Homo Sapiens 2.0?”
(http://www.etcgroup.org/es/materiales/publicaciones.html?ppage=3&limit=50&language=Spanish)

Sin embargo, algo más profundo está sucediendo con el sistema inmunológico humano y nuestra capacidad de adaptación al ambiente. Algo que no es ajeno al cambio climático global, los sistemas de extracción de recursos naturales y los estilos de vida en todos los niveles sociales, agravándose dramáticamente en los miles de millones hacinados en las ciudades. Aunque lo peor, parece, está por venir.

La medicina, desde hace tiempo, sabe que no se trata solamente de investigación, diagnóstico y tratamiento (o prevención, al nivel de la atención primaria de salud), sino de una visión global, más abarcativa, que involucra aspectos que van más allá del sistema sanitario.

El ejemplo más candente y peligroso, es la proliferación de enfermedades como nunca antes en la historia. Proliferación que tal vez sea sólo nominativa pero que han transformado nuestra vida en un trastorno médico.

En un muy buen artículo para BBC, Alasdair Cross (http://news.bbc.co.uk/2/hi/health/7967851.stm) hace referencia a este fenómeno, que cada vez más, se multiplica sin pausa: “pareciera que una nueva enfermedad se inventa cada semana, que abarcan todas las posibles peculiaridades del comportamiento humano”. Síndrome de piernas inquietas, desorden de ansiedad social, disfunción sexual femenina, síndrome de culto a las celebridades…, son parte de un fenómeno ¿lingüístico antes que biológico?, que se transforma en psicosomático y que acaba por dar la razón a Caetano Veloso y aquello que "de cerca nadie es normal".

Los datos que expone Cross, indicarían que algo no funciona bien, en el vasto universo de “La Condición Médica”: por ejemplo, un 10% de los niños norteamericanos son diagnosticados con problemas de conducta, de modo que se les administra regularmente Ritalin, un medicamento cuyo uso no solo no parece mejorar significativamente esos problemas, sino que además, produce una considerable adicción al producto.

Otra perla: el 10% de los niños británicos tienen algún tipo de trastorno mental clínicamente reconocible y en Gran Bretaña, en 2007, se expidieron 34 millones de recetas médicas de antidepresivos; esto a pesar de la conclusión de un estudio llevado a cabo por científicos del Reino Unido y EEUU, que examinaron los datos existentes sobre ese tipo de substancias, incluidos los de pruebas clínicas que los laboratorios se negaron a publicar en su momento.

“Los antidepresivos de nueva generación no funcionan, salvo en los casos más graves y en la mayoría de los pacientes sólo tienen un efecto de placebo”, explicó Irving Kirsch, del departamento de Psicología de la Universidad de Hull, citado por Nature Neurociencie.

Los fabricantes de Prozac y Seroxat, dos de los antidepresivos más vendidos en el mundo, expresaron su desacuerdo con el informe. La constante clasificación de grandes franjas de la conducta humana como padecimientos o enfermedades (y las subsiguientes drogas para tratarlos) ha llamado la atención de la comunidad académica.

La historiadora de Medicina Louise Foxcroft, dice que algunas conductas como la disfunción sexual femenina o la "escala de la firmeza de la erección" (sic, ¿sabían que existía algo así? Incluso tiene una sigla en inglés, EHS) son, de alguna manera, parte de ciertas y sutiles manifestaciones del marketing de los laboratorios (como el de aquellos que producen Viagra o similares).

La televisión está saturada de comerciales sobre antidepresivos, sobre fármacos que tratan la conducta o la tensión premenstrual, tanto, que a estas alturas cualquiera que se detenga por un instante en medio de esta vorágine se preguntará: “¿por qué se combate tanto a las inofensivas ‘drogas recreativas’?”. Por cierto, en medio de este cuadro, es imposible definir qué es la "normalidad" y por lo general suele definírsela por ‘lo que no es’.

La Triple Hélice
Pero la pálida que nos provoca esta idea que nuestra evolución “llegó hasta acá nomás”, se enfrenta a una tesis que si bien tiene mucho de refutación, en parte tiene también de confirmación. Se trata del libro “La Triple Hélice: Gen, Organismo y Medioambiente”, de uno de los científicos más reputados (y no por su madre) en la actualidad: Richard Lewontin. Richard es un biólogo evolutivo, genetista y filósofo de biología, nacido en 1929 en EEUU. Además de desarrollar las bases matemáticas de la genética de poblaciones, Lewontin ayudó a establecer las bases de la evolución molecular.

Según Lewontin, la selección natural no limita su ejercicio a los genes, sino que células, organismos, demes (variaciones fenotípicas preponderantes en diversas poblaciones de una misma especie), especies y clados (cada una de las ramas del árbol filogenético) pueden actuar también como unidades evolutivas.

Para Lewontin, una comprensión apropiada del organismo ha de enfatizar su papel como constructor activo de su entorno; donde la relación organismo-medio es recíproca y dialéctica. Los individuos no son determinados simplemente por la interacción entre genes y ambiente, sino también por eventos aleatorios que la ciencia no es capaz de controlar.

Ni los genes ni el medioambiente, son completamente determinantes.

En esto coincide con el Profe Steve Jones. Los procesos aleatorios son claves: para Richard es imprescindible incorporar la contingencia, la dependencia de las condiciones iniciales y “el camino ya recorrido”.

“Se trata, sobre todo, de una construcción recíproca de organismos y medio ambiente”, afirma. “El organismo propone y el ambiente dispone”; no existe de un lado el organismo y del otro el ambiente, ya que cada organismo tiene un ambiente específico. Es el organismo el que constituye su ambiente como tal. El concepto más cercano, entonces, sería el de co–evolución del organismo y el ambiente en que se desenvuelve. “Aparte de las patologías, la mayoría de las veces es imposible asignar una causa única a un efecto global en un organismo vivo”.

“Podemos definir la normalidad como el estado en el cual ninguna cadena causal controla el organismo”.

Lewontin refuta el darwinismo comprobando que, aparte de evoluciones cuantitativas como la de la talla o diferencias de cronología del desarrollo (maduración acelerada), hacen falta varias mudanzas para modificar cualitativamente las capacidades de adaptación, lo que es muy improbable.

"El tiempo necesario para que una mudanza se produzca y alcance un significado suficientemente elevado para tener una influencia sobre el proceso de selección, es del mismo orden de dimensiones que la vida útil de una especie, cerca de 10 millones de años" (p. 108). ¡Menos mal!

Los Dientes de Antes No Usaban Colgate


¿Cuántos millones de años, fueron necesarios para que nuestros dientes tornaran más débiles?

Los cráneos de nuestros primeros ancestros demuestran, según Mark Spencer y Caitlin Scherein, de la Universidad de Arizona, que nuestros dientes se fueron endureciendo hasta adquirir una formidable capacidad para romper a mordiscos, cáscaras muy duras de frutos secos (que en realidad eran la base de nuestra dieta). Esto ocurría dos millones y medio de años atrás.

Desde siempre, los seres humanos nos hemos ajustado a las cambiantes condiciones del entorno (por ejemplo, la abundancia o escasez de alimentos que nos permitieran sobrevivir).

La biomecánica de la alimentación y la ecología dietética del Australopitecus africanus, nuestro ancestro, fue estudiada utilizando modelos informáticos y tecnologías de simulación.

La conclusión de Spencer y Caitlin es que las mandíbulas de nuestros tatara-tatara-tatara-tataras abuelos, podían asumir y resistir la acción de resquebrajar las cáscaras más duras. El agrandamiento de los premolares y el robusto esmalte dental (hoy evidentemente debilitado a pesar de que, para fortalecerlo, nos venden más productos que nunca) eran características de aquellos hombres primitivos, antes que empezaran a fabricar herramientas de piedra.

Aunque mucha gente aún cree en la veracidad de esos auténticos clichés populares, que muestran a nuestros tatara-tatara-tatara-tataras abuelos en las cavernas, dedicados a la caza de animales para sobrevivir, cuando en realidad la caza era apenas una parte constitutiva (y lujosa, como hoy) de la dieta de aquellos años iniciales de la humanidad.

Los Habsburgo no eran Aleatorios, ¿Viste?


En todo el mundo todas las poblaciones están cada vez más conectadas y las posibilidades de cambios aleatorios se están reduciendo. Es decir, la falta de variedad –digámoslo así- y de sorpresa, hace que nuestra evolución no siga los caminos habituales para el reino al que pertenecemos; si es que todavía pertenecemos a alguno.

El reino de los Habsburgo, parece que se extinguió de cosas por el estilo.

Científicos españoles afirman que encontraron evidencia genética de que los Habsburgo llegaron a su fin por la alta frecuencia de cruzamiento entre individuos de la misma familia (ausencia de cambios aleatorios).

"Lo que hemos hecho es demostrar desde el punto de vista genético la hipótesis de que la dinastía se extinguió por un problema de consanguinidad", sostiene el profesor Gonzalo Álvarez, quien dirigió la investigación en la Universidad de Santiago de Compostela, en España. (http://www.plataformasinc.es/index.php/esl/Noticias/La-endogamia-provoco-la-extincion-de-la-rama-espanola-de-la-dinastia-Habsburgo).

Eran tiempos en que las alianzas políticas incluían lechos matrimoniales y en el caso de los Habsburgo (o Austria), fueron –parece ser- demasiadas alianzas políticas, cuyo resultado fue, demasiados flujos consanguíneos circulando por lechos maritales.

Con información genealógica de Carlos II y 3.000 parientes y antepasados procedentes de 16 generaciones, los científicos calcularon el coeficiente de consanguinidad de cada individuo. Este coeficiente es un valor que indica la probabilidad de que un individuo reciba dos genes idénticos por descendencia debido a la cercanía de sus padres.

El asunto es que los coeficientes de consanguinidad llegaban a niveles muy altos a medida que pasaban las generaciones. El valor de Felipe I, el fundador de la dinastía, es de 0,02 y el de Carlos II, quien marca el final de la dinastía, de 0,25, lo que significa que el 25% de su genoma era autocigótico (homocigótico e idénticos,  tal como sugiere la Prof. Mg. Silvia Graciela Valdano 3) y se constituyó en un blanco de enfermedades genéticas, afirma la investigación.

Muchos de estos valores de consanguinidad son consecuencia de cruces entre primos, tíos y sobrinas, primos segundos, etc.

Entre los Habsburgo, nueve de los 11 matrimonios que tuvieron lugar durante 200 años fueron consanguíneos, incluidos dos de tíos y sobrinas, uno entre primos y uno entre hermanos.

El Hechizado

Los investigadores descubrieron que dos enfermedades genéticas que se conocen hoy día, la deficiencia de hormona pituitaria y la acidosis renal tubular distal, explicarían los síntomas clínicos que Carlos II manifestó a lo largo de su vida y que le valieron el mote de El Hechizado.

El apelativo tenía su razón de ser: Carlos II tardó mucho tiempo en caminar; también en hablar y por si esto fuera poco, pasó los últimos años de su vida postrado en la cama, dado que no podía mantenerse en pié.

La pregunta del millón es: ¿llegará la evolución del hombre del occidente desarrollado, al nivel de Carlos II?

Parece difícil; al menos mientras existamos los subdesarrollados.

El asunto es que el modelo de progreso y desarrollo que hemos bendecido, en términos genéticos y ambientales, esta out. Y si seguimos así, la evolución nos pondrá el fatídico cartelito “Game Over”. Y chau pescau.

Por cierto, se ha descubierto que el material genético de los piojos (que no el del grupo musical) es completamente diferente al de todos los animales conocidos hasta ahora. ¿Hacia allá vamos?

[1] Entre sus muchos premios, se encuentran: Rhone-Poulenc book prize; Yorkshire Post first book prize en 1994; la Medalla Royal Society Faraday para la comprensión pública de la ciencia, en 1997; BP Natural World Book Prize, en 1999 y 2000; la Medalla del Institute of Biology Charter, en 2002 y el Irwin Prize for Secularist of the Year, en 2006.

[2] El Grupo ETC se concentra en la investigación y análisis de la información tecnológica (particularmente, pero no exclusivamente, recursos genéticos de las plantas, las biotecnologías y –en general— la diversidad biológica), y en el desarrollo de opciones socioeconómicas de las nuevas tecnologías.


[3] 

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