UNA PEQUEÑA DUDA CIENTÍFICA
Leer escuchando Led Zeppelin, "Babe I'm Gonna Leave You",
Comiendo unos alcauciles y pensando en lo dificultoso que es comerlos, hojita por hojita –como debería mascarse la hojita de coca- aunque en este caso, raspando con la mandíbula superior y mojándolos en el caldo con limón y pimienta, se me dió por investigar sobre el alcaucil y cuáles son las bondades que le brinda a nuestro cuerpo. Bien, parece que el alcaucil o alcachofa, aporta importantes cantidades de fibra y favorece el tránsito intestinal, mejorando el estreñimiento. También, por contener inulina, puede contribuir a la reducción del riesgo de enfermedades degenerativas como las enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II, obesidad, osteoporosis o cáncer.
Pero hay que diferenciar entre la alcachofa (receptáculo carnoso que envuelve la flor) utilizada como alimento y las hojas, que hacen del alcaucil una planta medicinal que ayuda a combatir las afecciones del hígado y de la vesícula biliar, que también es antidiarreico y aperitivo y hasta elimina el colesterol de la sangre.
La alcachofa tiene las mismas propiedades que las hojas y aunque posee los principios activos en bastante menor cantidad, es un buen alimento para diabéticos. Debe consumirse lo antes posible después de su cocción, pues se altera fácilmente y desarrolla toxinas. Además, las madres que amamantan, deben evitar su ingestión ya que los principios amargos harían adquirir a la leche materna un sabor desagradable y sería rechazada por el bebé; si bien el jugo de hojas verdes, mezclado con azúcar y agua, sirve como remedio terapéutico y es útil para depurar el hígado y para purificar el riñón. El origen del alcaucil está en el norte de África y el sur de Europa; todo esto, según diversos portales, entre ellos http://www.fuenteodernatural.org/
El asunto es que zampándome un alcaucil y leyendo acerca de la riqueza medicinal que posee, se me ocurrió pensar si no existiría un alcaucil nanotecnológico o nanoalcaucil; es decir, un alcaucil que sin modificar sus propiedades químicas, solo sus propiedades físicas, fuera más fácil de engullir.
Composición química del alcaucil:
Agua 88%Hidratos de carbono 7, 5% (fibra 3, 5%)Proteínas 2, 3%Lípidos 0, 1%Potasio 570 mg/100 gSodio 35 mg/100 gFósforo 80 mg/100 gCalcio 45 mg/100 gVitamina C 9 mg/100 gVitamina A 17 microgramos/100 gVitamina B1 0, 1 mg/100 g
Fuente: http://fichas.infojardin.com/hortalizas-verduras/alcachofas-alcaucil-alconcil-cardo-comer.htm
Y no sé porqué, deslumbrado frente a tantas ventajas medicinales que tiene el alcaucil, recordé la famosa tesis del Impacto Mínimo.
En un artículo que hizo historia y creó no pocas polémicas, los hermanos JB y SM McKinlay cuestionaron, hace ya 30 años, la contribución de las intervenciones médicas en el descenso de las tasas de mortalidad en Estados Unidos, desde el año 1900. En otras palabras, se preguntaron qué corcho –o más científicamente, qué catzo- había hecho la medicina farmacológica, para que no nos muramos tan jóvenes. Ni tan adultos. Sino, mas bien, viejitos. Y sostuvieron que, a lo sumo, un 3,5 % del descenso de la tasa de mortalidad –leyó bien, tres coma cinco por ciento- (entre 1900 y 1973) era atribuible a las intervenciones de la ciencia. Pero hicieron más. Presentaron datos que mostraron que en el caso de muchas enfermedades infecciosas (escarlatina, sarampión, tifoidea y tuberculosis) las intervenciones médicas se aplicaron muchas décadas después de que se constatara un marcado descenso de la mortandad ocasionada por estas enfermedades. Por cierto, existen muchos estudios anteriores y posteriores al de los McKinley, que llegan a las mismas conclusiones.
Hacia 2003, esta tesis, conocida como la Tesis del Impacto Mínimo, ya se consideraba “convencional”, es decir, estaba apoyada sobre una base estadística probada. ¿Cóooomo?, yes mai frén; los estudios demuestran que los descensos en la mortalidad deben atribuirse, en verdad, a las mejoras en la nutrición y en la higiene, que reducen la exposición a los agentes causantes de las enfermedades infecto-contagiosas, por ejemplo, y son la causa real del descenso de estas tasas. Es dable suponer que en todo el mundo sucedió algo similar y tal vez una prueba de ello, es que ante la pauperización de las condiciones de alimentación y de higiene adecuadas en las últimos veinte años, sobre todo en Latinoamérica, muchas enfermedades que se creían erradicadas, han tenido una reaparición dramática.
O sea que, durante décadas, en forma lenta pero segura, la humanidad fue superando una enfermedad tras otra. Sin embargo, quienes diseñan y deciden las hojas de ruta de las investigaciones y asignan las prioridades de las inversiones científicas, (los que ponen el parné para investigaciones científicas y sus asesores) rechazan esta tesis, lo cual mantiene las pautas de inversión que vienen fracasando en los últimos 25 años, según lo reconoce la experta británica, Palie Smart.
Visto así, la ciencia médica sería como la coca-cola daiet: no es que no engorde esta cocucha; menos, que haga adelgazar. Todo lo que sucede es que posee sustitutos del azúcar y azúcares sintéticos aunque igual cantidad de cafeína respecto de la coca común; es decir, efectivamente se trata de una coca para gorditos adictos a la coca-cola que se hacen la cabeza que por ser daiet, no engorda.
Claro que no engorda... la cocacola y la botella no engordan, porque lo que es el gordito vicioso de la cocucha, ése sigue engordando...
Con la ciencia médica ocurre algo parecido: no adelgaza las enfermedades; tal vez sí, evita que engorden tanto, digamos así. Pareciera que la ciencia médica solo logra prolongar la expectativa que la enfermedad no engorde... ¡Claro que no es poco! También para el gordito adicto a la cocucha, prolongar la expectativa de no engordar mucho, es bastante; pero para la malaria o para el SIDA, por ejemplo, prolongar la expectativa de no engordarla es insuficiente.
Un informe del Grupo ETC., sostiene que los donantes de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), no pudieron proporcionar los mosquiteros necesarios a los países asolados por la malaria, y, en otro ejemplo, asegura que entregaron un solo condón por adulto al año, para combatir el VIH/SIDA en el Sur global. (ver página web de la organización, sobre nanomedicina http://www.etcgroup.org/es/materiales/publicaciones.html )
Ni hablar sobre dotar de remedios contra la malaria o el SIDA.
Para este tipo de enfermedades, no se trata de prolongar la expectativa que no se incrementen, sino, evitarlas. Y mejor que aplicar remedios es aplicar prevención, que es mucho más barato que cualquier remedio o cacacola daiet: esto es, mosquiteros y preservativos; así como para el gordito de nuestro ejemplo, mejor es el agüita[1]. Pero entonces, la decisión es política, no ya científica. Para el gordito, también. La canción sigue siendo la misma, diría Led Zeppelin.
Para este tipo de enfermedades, no se trata de prolongar la expectativa que no se incrementen, sino, evitarlas. Y mejor que aplicar remedios es aplicar prevención, que es mucho más barato que cualquier remedio o cacacola daiet: esto es, mosquiteros y preservativos; así como para el gordito de nuestro ejemplo, mejor es el agüita[1]. Pero entonces, la decisión es política, no ya científica. Para el gordito, también. La canción sigue siendo la misma, diría Led Zeppelin.
Partiendo de esta célebre tesis del Impacto Mínimo, la pregunta es: ¿dónde miércole radica, entonces, el progreso de la ciencia médica? Y no solo eso, sino, ¿qué significa progreso en la Sociedad del Conocimiento y la Información; es decir, en nuestra sociedad?
Nuestra noción de progreso está en tela de juicio, no solo a partir de los efectos del cambio climático desatados por la sociedad industrial y pos-industrial, sino también por el escuálido desempeño que los avances y desarrollos de la ciencia y la tecnología, han tenido en los países y sectores más pobres del planeta, quienes, paradojicamente, son los más necesitados de ellos y los que, para completar esta oferta, sufren sus efectos secundarios negativos.
En un muy buen artículo, el periodista boliviano Guimer Zambrana S. (http://www.erbol.com.bo/ ) cita al español Manuel Chaparro quien afirma la existencia de estudios que demostrarían que si todos los países del mundo alcanzaran el nivel de vida y consumo de Inglaterra, serían necesarios tres planetas para conseguir la energía y depositar la basura de semejante “progreso”.
La idea de progreso, siempre tan fatalmente asociada a lo económico y a la producción de bienes y objetos de consumo, debe ser tomada por la sociedad, por cada uno de nosotros, para reorientarla y redefinirla en forma participativa (entre todos, ¿vió?) y poder acceder no solo a los avances científicos, sino participar de sus discusiones. ¿L0 QUÉÉÉÉÉ? Yes, mai frén. Aplicada a la ciencia, una idea posible de progreso es la creación de un Ágora, una plaza y una discusión pública permanente, sobre lo que la comunidad (nosotros) precisa y re-quiere de la Comunidad Científica, a la vez de escuchar los sueños y posibilidades de la comunidad científica, a la hora de investigar. Y esto, porque la ciencia es un collage no es un sistema. (Feyerabend)
La ciencia es un arte; solo los laboratorios la hacen aparecer como la Metafísica del Tratado de los 7 Rayos; o sea, un mambo de y para ocultistas.
La ciencia es como una melodía de la naturaleza que los científicos deberían hacernos disfrutar, como disfrutan ellos al investigar. Como si fuesen Led Zeppelin.
Para Feyerabend, tanto la experiencia histórica como los principios democráticos, indican que lo mejor que nos puede pasar (y con la genética y las clonaciones instaladas como nuevas armas políticas, la prioridad se evidencia) es que la ciencia permanezca bajo el control público, que nunca es estatal, porque al no ser objetiva (la ciencia), es fácil presa de todo tipo de intereses. Los hermanos McKinley piensan igual, nuestras certezas respecto de la ciencia son cada vez menos y las dudas, cada vez más. Solo pequeñas dudas científicas acerca de la ciencia.
Por eso es necesario sacar el laboratorio a los espacios públicos; para que todos sepamos de lo qué se trata. Sin ese debate, podemos caer en el absurdo que han caído en el Estado de Florida (EEUU, ¿vió?), donde por falta de debate público, todavía subsiste una norma que prohíbe mantener relaciones sexuales con un puerco-espín. (http://www.dumblaws.com/laws/united-states/florida )
Señorita intentando seducir a un puerco espín
Después de tanta cosa, pensé que por las dudas, hasta que los laboratorios comiencen un debate público, mejor que el alcaucil siga como está, sin pasar al status de “nano-alcaucil”; y es que seguramente que gran parte de su sabor, consiste en mojar cada hojita en el caldo con limón y pimienta...
(¡Con un puerco-espín! ¿A quién se le ocurriría?)
(¡Con un puerco-espín! ¿A quién se le ocurriría?)
Pit Bull tras querer mantener relaciones impropias con un puerco espín
[1] Según un estudio realizado en la Universidad de Washington, en el 37% de los norteamericanos, el mecanismo de la sed es tan débil que con frecuencia lo confunden con hambre. ¡Imagínese! Ud tiene sed pero se confunde y en lugar de 7UP, come papafritas bien saladas y picantes... Según el mismo estudio, aún una deshidratación imperceptible, retardará el metabolismo tanto como un 3%. En cambio, un simple y humilde vaso de agua, calmará el hambre a media noche en casi un 100% de los casos bajo dieta adelgazante.
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